El último tren
- Johnny Bassy
- 16 ago 2024
- 1 Min. de lectura
María había llegado, por fin, a la estación de tren y tenía un dilema.
¿Debía subir a aquel tren? ¿A dónde la llevaría? ¿Volvería a ver las mismas calles que la habían visto crecer y que habían formado parte de ella? Sabía con certeza que no.
Aquella estación era una puerta hacia otro mundo, un camino sin retorno que la llevaría muy lejos. La chica agarró la hoja de horarios de trenes con la mano temblorosa y miraba cuánto faltaba para el próximo tren que saliera. ¿Faltaban 30 minutos? ¿Faltaban 3 horas? Eso le daba igual; cualquier tiempo de espera parecía un instante.
Parecía que la vida le estaba pasando como un rayo.
Entonces, se permitió el lujo de mirar un momento hacia atrás para contemplar de nuevo aquellas farolas, aquellas aceras y aquellos árboles que seguramente no volvería a ver nunca más, para clavarse un último puñal antes de marcharse.
Sabía que tenía que coger aquel tren, pero cada vez le costaba más aceptarlo. Había pensado durante mucho tiempo en marcharse, pero ahora que estaba justo delante, ahora que era el instante preciso, notaba la presión de su propia sangre viajando por sus venas.
Notaba cómo su pulso se hacía más y más fuerte.
Finalmente, agarró la maleta de mano —no llevaba nada más— y bajó las escaleras mecánicas que la llevarían hacia el andén donde debía coger el tren.
Mientras bajaba por las escaleras mecánicas, volvió a mirar atrás otra vez y se le hizo un nudo en el estómago.
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